MIS IMÁGENES DEL TERCER MUNDO

PASIÓN POR VIAJAR

Desde muy joven la pasión por viajar ha estado conmigo. Los comienzos fueron duros y con muy pocos recurso .Empecé a los 16 años, hoy tengo 61, llevo 45 años de continuos viajes.
Creo que el dinero que me he gastado en viajar es mínimo, en proporción a lo recorrido, visto y disfrutado. En cualquier caso creo que el dinero mejor invertido es en uno mismo, y para mí viajar es de primera necesidad.
Durante todos los viajes, para comunicarnos tan sólo hemos utilizado el castellano, valenciano y sobre todo el más universal de todos los idiomas: la "mímica". Reconozco que yo la tengo muy buena y sobre todo muy expresiva, y espero siempre que los demás la tengan tan buena como la mía o no nos entenderemos. Con la mímica me ha ido bien.

Hemos recorrido todos los países que hemos podido, y disfrutado mucho con ello. No me considero un aventurero, pero sí un gran viajero.

Los comienzos fueron viajes deportivos, pues nuestra gran afición era la espeleología. Cuando ya teníamos muy visitas las cuevas de nuestra provincia, continuamos con grandes cuevas en Cantabria, o en los tubos volcánicos de las Canarias. De aquella época lo más sobresaliente fue el descubrimiento en el año 1970, de nuevas galerías con casi 1.500 metros, tras cruzar varios sifones inundados en la Cueva de San José de La Vall d'Uixó.
Combinábamos la espeleología con la escalada y tras subir muchas paredes y montañas en España, pasamos a Europa, ascendiendo grandes cimas, por ejemplo el Mont Blanc de 4.480 metros, el Cervino de 4.478 metros y de allí a los Andes de Ecuador, el Cotopaxi de 6.005 metros, el volcán en activo más alto del mundo y el Illiniza Sur de 5.305 metros. En el año 1976 fuimos a los Andes del Perú, con la ascensión al Huascaran de 6.780 metros el pico más alto, el Urus de 5.450 metros. Después llegamos a los Andes de Bolivia coronando el Illimani de 6.480 metros y el Huayna Potosí de 6.180 metros.
Lógicamente también nos apetecía el Himalaya del Nepal. En el año 1995, hicimos un intento en los alrededores del Anapurna del Ten Pick de 5.400 metros.

Es muy grande la fascinación que siempre he sentido por los desiertos, y por ella me dejé llevar, haciendo grandes travesías por ellos, sobre todo por el desierto del Sahara. En la parte de Marruecos hicimos cinco travesías, en la de Argelia otras cinco; viajamos por el Desierto de Libia, en Namibia, recorrimos los desiertos del Kalahari y del Namib y en Chile los desiertos de Antofagasta y Atacama.

En nuestros viajes siempre buscábamos la aventura y el contacto con las personas y hemos estado con gentes un poco especiales: indios colorados en Ecuador en el año 1974; tuareg de Argelia y Libia, durante varios años, mujeres jirafas en Thailandia año 2003; mujeres Himbas en Namibia en 2006, y muchos más.

También nos hemos dejado llevar por algunas "corrientes", sobre todo las de los ríos. Los comienzos en el año 1967, fueron muy anecdóticos. El primer río que descendimos fue el Millars con cámaras de coche y camiones. Fue una locura. Entonces aún no se había construido la presa de Arenós y el Millars tenía unos rápidos muy grandes.
En Venezuela hicimos "rafting" en el Río Orinoco ¡Fue brutal! Otra vez en Nepal en el Río Trisuli, estuvimos haciendo un rafting durante tres días, continuamente dentro del río. Sólo salíamos para comer y dormir en cabañas, fue maravilloso y con un agua muy, muy fría, que descendía directa del deshielo de las montañas del Himalaya. Siempre disfrutamos con ello.

También nos atraen muchísimo los volcanes y siempre que hemos podido nos hemos acercado o subido a ellos pudiendo contemplar escenas magníficas. Por ejemplo el cráter del volcán Gorongoro en Tanzania es un verdadero espectáculo

Nos hemos sentido atraídos por las selvas y hemos recorrido algunas del mundo en Ecuador, en Venezuela el Orinoco y las zonas de Tepuys, llegando a pie hasta la cascada más alta del mundo "El Salto del Ángel" de 1.092 metro. En Costa Rica zonas de los Bosques Lluviosos, y en Brasil, el Amazonas, que recorrimos desde Manaos durante tres días con un pequeño barco, las zonas del Río Negro y el Solimoes.

En algunas selvas nos hemos deslizado a 70 metros del suelo por las copas de los árboles, con unos cables de acero y un arnés de montaña y frenando con guantes en las manos, durante varias horas y ocho tramos de recorrido en tirolinas.

En Nepal cruzamos sobre el río Triruli con un cable de acero a 30 metros de altura, con un artilugio de madera como una caja y una polea colgada con cables y tres de nosotros dentro a una velocidad de vértigo.
De todas estas pequeñas cosas, hemos disfrutado mucho, todo ello durante 40 años y lo seguimos haciendo, dentro de nuestras limitaciones. Pero seguimos insistiendo a pesar que nuestros viajes son de aventura, no somos grandes aventureros ¡Sólo somos empedernidos viajeros!

mantienen vivos. Estos sueños son viajeros y tienen cabida en nuestro cerebro. Algunos ya los tenemos en proyecto, y otros en preparación y casi dispuestos a salir.

Seguiremos guardando imágenes en nuestras retinas y en nuestros negativos. Quizás algún día nuestros nietos tengan curiosidad por saber cómo era el tercer mundo, tan sólo tres décadas hacia atrás.
Suponemos que por desgracia, muchas de estas escenas ya no serán iguales, pues el tercer mundo cambia muy rápidamente.

ASCENSIÓN AL CERVINO: CORAZÓN Y SARDINAS

Durante todos estos años nos han sucedido muchas anécdotas, que han sido la sal y la pimienta de nuestros viajes. Resaltaré  alguna.

En 1973,  fuimos al Mont Blanc. Para esta expedición decidimos comprarnos material más adecuado que el que estábamos utilizando. Con nuestros insignificantes presupuestos nos pudimos comprar un piolet, un  plumífero, un saco de dormir, una cuerda y un casco. Nos sentíamos como “Spiderman”  ¡Teníamos un material impresionante!
No pudimos comprarnos pantalones buenos, ni botas, así que teníamos unas botas “Segarra” y pantalones bávaros de pana, que llegaban sólo hasta la rodilla. El resto de la pierna se cubría con un calcetín muy largo, que siempre dejaba un trozo de pierna al aire. Pasábamos mucho frío. Con frío y todo  disfrutamos mucho con la ascensión.

Después de ascender el Mont Blanc queríamos más, y nos fuimos a Zermat para subir al Cervino de 4.478 metros. La ascensión por la arista del Horli es una ruta clásica del alpinismo, larga y dura, pero sin grandes dificultades.
Llegamos al refugio que se encuentra en su base y allí nos pusieron en antecedentes de cómo estaba la ascensión. Se habían muerto tres japoneses, a consecuencia del mal tiempo, cayendo desde 3.900 metros de altura, saliendo de la cabaña de Solvay. No había parado de llover durante bastantes días, y por ello no conseguía subir nadie al pico. Bueno, de todas formas, nosotros lo intentaríamos, así es que prontito nos fuimos a dormir.
La salida estaba prevista para la una de la madrugada y nos levantamos, pero estaba cayendo agua a cántaros, ¡era imposible subir con esa tormenta! Nos dimos un margen de 2 horas más, continuamos durmiendo hasta las tres. Entonces había dejado de llover, nos vestimos rápidamente y salimos hacia la pared.
De los cuatro componentes sólo salimos hacia la cima tres, Manolo Rodri no lo tuvo nada claro y se quedó en el refugio, nos esperaría hasta el regreso…
La ascensión comenzaba facilita, paro poco a poco ir complicándose más. Era de noche. Avanzábamos con nuestros frontales encendidos. Delante de nosotros había cientos de lucecitas que igual que nosotros habían salido hacia la cumbre, a pesar del mal tiempo.
Subíamos siempre por la arista que separa las dos paredes y en un momento yo me salí para poder ver la terrible pared Norte, y como el casco no lo tenía pasado por la cinta que sujetaba el cuello, al agacharme para mirar abajo se me cayó hasta el pie de la pared, o sea más de 1.500 metros. Como era de color rojo siempre que veo una foto del Cervino me fijo por si en la pared Norte se ve un puntito rojo “mi casco”.
Tras largo recorrido llegamos a la cabaña Solvay, que se encuentra en una arista completamente volada en el aire,  desde allí se cayeron los japoneses. Allí paramos a almorzar, bocata, agua y a seguir rápidamente hacia arriba. Continuamos subiendo por la arista hacia la cima. Teníamos mucha gente delante de nosotros con lo cual subíamos muy lentos, hacía buen día pero con mucho frío. En uno de los pasos más aéreos al levantar la pierna muy forzada, se me rompió todo el pantalón por la costura del culo. Bueno,  paciencia y a seguir.
Continuábamos subiendo a pesar del tapón de gente que teníamos delante, cada vez se complicaba más la ascensión y ya nos estábamos encontrando con gente que bajaba de la cima, con lo cual teníamos que pararnos continuamente para dejarlos bajar, pues los pasos de escalada eran muy estrechos. Ya estábamos a 4.000 metros de altura. En un descanso me quité los guantes un momento, siempre me han molestado y con una racha de viento uno de ellos se voló. Supongo que llegaría al pie de la pared Norte y estaría con el casco rojo.
En fin, me encontraba “jodido” a 4.000 metros y con un solo guante. El tiempo había cambiado y se puso muy, muy feo, y nos quedaban más de 400 metros para llegar a la cima. ¡Paciencia y a seguir!
En cada parada ponía mi mano entre las piernas, como tenía rotos los pantalones, hacía contacto con la carne calentita. De ello saqué la conclusión que la “entrepierna” es la única parte del cuerpo que nunca se enfría y gracias a ello pude salvar mi mano de una posible congelación.
Continuamos hacia las cuerdas fijas que estaban completamente congeladas y de allí rápidamente nos encontramos en la cima. Era muy tarde, hicimos las fotos de rigor y rápidamente nos preparamos para el descenso.
El tiempo había empeorado muchísimo. Se puso a nevar.
Continuábamos bajando rápidamente y de repente Paco Izquierdo nos dijo que se encontraba muy mal, pensábamos que sería la altura, pero no tenía buena cara. De repente comenzó a vomitar cosas verdes. Bueno tendríamos que hacer un “vivac” o llegar como fuera a la cabaña Solvay. Aceleramos el descenso y al fin llegamos ya de noche a la cabaña.
Entramos y nos preparamos para una terrible noche, pues no teníamos comida ni sacos de dormir. Pasamos la noche como pudimos, tirados como unas colillas y al amanecer nos preparamos para el descenso y nos encontramos que estaba toda la pared completamente blanca, no había dejado de nevar en toda la noche.
 Con mucho cuidado fuimos bajando, este dia no subía nadie hacia la cima. Llegamos al refugio a las doce del mediodía, agotados pero vivos los tres.
Manolo no estaba, se había, marchado, recogiéndolo casi todo  incluso la comida. Debía estar esperándonos  en Zermat. 
Recogimos nuestros sacos y mochilas y continuamos bajando hasta el valle. Teníamos muchísima hambre pues el día anterior apenas comimos. Nos quedaba una pequeña lata de sardinas en aceite, pero no teníamos abrelatas. Toni Ribalta cogió la lata y con una piedra en punta comenzó a machacarla y al final la pudo abrir. Nos bebimos el aceite y poniendo cuidadosamente las sardinas sobre una piedra comenzamos a comérnoslas ¡Sabían a gloria! Tres  horas más tarde llegamos a Zermat.

Posdata: Con Paco descubrimos un año más tarde que padecía del corazón y tuvieron que implantarle una válvula nueva. A pesar de ello, ese año nos fuimos a los Andes del Ecuador, y subió casi a 5.000 metros de altura. Todavía continuamos haciendo locuras juntos.

BUHONEROS Y FOTOGRAFOS EN EL SAHARA

En el año 1981 fuimos al Desierto del Sahara en Argelia. Recorrimos casi 6.000 kilómetros llegando al Macizo del Hogar en Tamanraset. Estuvimos recorriendo durante doce días las zonas más hermosas de Argelia.
Sería nuestro primer viaje al desierto. Bajamos a recorrerlo con un presupuesto mísero: 7.000 pesetas cada uno. Como no podíamos pagar ni la gasolina, llevábamos relojes, ropa vieja, revistas, etc., en varios petates que ocupaban el 80% de nuestra carga, para venderla durante el camino y pagarnos el viaje.
Yo llevaba mi máquina Nikormat con un objetivo de 50 m/m. Como no tenía teleobjetivo se lo pedí a Pepe Rallo y me dejo un zoom de 80-200 m/m. Estaba como niño con juguete nuevo. Serían las primeras fotos de mi vida con teleobjetivo. A partir de entonces el teleobjetivo de 24-300 m/m es la parte fundamental de mi equipo fotográfico.
Cruzamos la frontera marroquí. Las escenas de trapicheo y contrabando en plena frontera, eran alucinante, con lo cual me estrené con el teleobjetivo. En solo diez minutos en Marruecos ya tenía problemas con la policía. Estaba prohibido hacer fotografías en la frontera. Tuve que sacar el carrete y velarlo para demostrarle que no me importaban las fotos hechas. OK, y a seguir hacía adelante, (Primer Aviso)

Cruzamos terreno marroquí  hasta llegar a la frontera de Argelia.
Pasaportes, documentación de los coches, carta verde, declaración de divisas, comprobación, documentos, comprobación “manual” del dinero, revisión de todas las pertenencias del coche, revisión del chasis del vehículo, motor, etc., un rollo total de dos horas en la aduana y eso que sólo estábamos nosotros. Ellos a mitad pararon a comer.
Estábamos “obligados”  a cambiar en la aduana 20.000 pesetas por persona, pero como todos llevábamos carnets de estudiantes “seniors”, que nos los habíamos fabricado, solo cambiamos 2.000 pesetas. OK, cruzamos la frontera y hacia el desierto.

En el primer pueblo que paramos a poner gasoil, vi a unos tíos con turbante muy fotogénicos en un café tomándose unos tes. Me acerqué con mi teleobjetivo y les hice fotos. Luego, en frente vi otros. Más fotos. Luego otros, pero… llegó el policía y se me llevó detenido. Quería que le diese la máquina de fotos con el teleobjetivo. ¡¡UNA MERDA!! ¡Donde va la máquina, voy yo!
Pues a la comisaría; llegamos allí y un superior nos recibió en un despacho deprimente. Con pieles de naranja en el suelo y todo pringoso. Datos, nombre, profesión, motivo del viaje, etc. Nosotros le dimos los datos y él no nos hacía ni caso, seguía comiendo naranjas y tirando las pieles al suelo, escupía en el vidrio de la ventana y eructaba y nosotros educados y calladitos allí sentados pasando el tiempo.
De repente a mí me vino “mi amigo el aire” y me tiré un pedo muy ruidoso. El tío comenzó a reírse y como le hizo gracia nos soltó. Lógicamente nos fuimos rápidamente y con la máquina de fotos.
Nos dijo el comisario que en el pueblo existía una base de misiles rusos y no se podían hacer fotos ¿? Además nos dijo que no hiciéramos fotos ni a edificios oficiales, mezquitas, minaretes, mujeres, etc. ¡Pues vale!  (Segundo Aviso) ¡Ojo a las fotos!

Continuamos conduciendo hacia el desierto por una carretera llena de controles militares, con kilómetros y kilómetros de alambradas. Las fronteras argelinas y marroquíes, en esta parte,  están muy juntas y no tienen muy claro el linde.
En el siguiente pueblo consideramos que ya era hora de hacer caja y en una gasolinera nos pusimos a venderles ropa, relojes y demás. Como fue un éxito y ya disponíamos de dinero. En el siguiente pueblo decidí ir a comprar pan y ver si podía comprar algo de comida. Dejé a mis compañeros en la plaza junto al Land Rover y tardé solo quince minutos. Al llegar vi de lejos un mogollón de gente que rodeaba nuestro Land Rover
“¡Coño, qué pasa!”. Mis amigos eufóricos con la anterior venta habían sacado pantalones, camisas, zapatos, etc, y se corrió la voz y medio pueblo estaba allí comprando.
Claro también estaba el policía, con lo cual se llevó a mis amigos a comisaría. Ellos antes de irse me dieron todo el dinero que habían sacado de las ventas, avisándome que lo tirara o escondiera.
Lo escondí en el coche y me quedé esperando a mis amigos en la plaza sin moverme del coche.
Pasaron 45 minutos y llegaron sin problema. Les dijeron que desmontásemos “la paraeta” y nos fuéramos rápidamente. Así lo hicimos y continuamos el viaje. (Tercer Aviso).

Continuamos hacia abajo, según miramos el mapa, y durante los siguientes días, cuando parábamos en una gasolinera llenábamos el depósito más varios bidones que llevábamos puestos en el frontal del coche. El precio del gasoil era muy barato con respecto a España, pero a nosotros nos salía mucho más barato. Sacábamos alguna de las revistas que llevábamos para el “solace” de la vista y con ellas en la mano ya no nos cobraban el combustible. Este país es muy barato.
Continuamos recorriendo Argelia, el desierto, las dunas y seguíamos  vendiendo la ropa, los relojes, y las revistas.
Nos pareció un país maravilloso con unos paisajes desérticos increíbles. El Sahara es impactante.

Nosotros siempre que vemos las dunas, nos quitamos los zapatos y nos lanzamos hacia la cima como locos, para poder disfrutar de las vistas desde arriba, que son increíbles.
Hicimos muchísimas fotos de gentes, mezquitas, minaretes, mujeres y desierto, a pesar de las indicaciones del comisario.
Ya de regreso hacia casa dormimos en un pequeño hotelito y cuando estábamos acostados nos llamaron a la puerta para decirnos que quitásemos todo lo que teníamos dentro del coche, pues podrían venir los ladrones y robárnoslo todo ¿?
En plena noche nos pusimos a subir todos los trastos, tiendas, hornillos, comida, depósitos de gasoil, agua y las entramos dentro de las habitaciones.

Continuamos hasta la frontera argelina y la pasamos en sólo 45 minutos, perfecto. Cruzamos 200 metros y en pleno desierto la frontera marroquí era tan sólo dos tiendas de campaña y cuatro militares.
Problemas. No podríamos cruzar por allí porque la carta verde que hicimos a la entrada ya estaba caducada y allí no tenían oficinas para hacernos otra. ¡ Coño, nos encontrábamos en tierra de nadie!
Tendríamos que volver a cruzar la frontera de Argelia y dar un rodeo de 400 kilómetros hasta Oudjda, hacer la carta verde y volver o salir por Argelia dando un rodeo de 650 kilómetros. Vale, pues a ello. Dimos el rodeo y al llegar a la frontera, otra vez papeles, divisas, controles, etc.
Esta vez el comisario se puso duro con los cuatro bidones que llevábamos en el frente del coche, y dos en la baca. No se podía sacar gasoil de Argelia, era contrabando.
Tras muchas explicaciones convencimos al comisario de que los dos bidones del techo, eran aceite para el motor del coche, pues el coche era viejo y consumía mucho, y los cuatro  bidones delanteros eran agua, ¿Seguro? ¡¡Claro que sí!! Pues de ser así, me dijo, pega un trago y bebe. Yo ni corto ni perezoso, desenganché un bidón y pegue un gran trago. El tío se convenció y nos dijo OK, ¡seguir! Todos los bidones llevaban gasoil, sólo había uno de agua, pero yo sabía cual era. Bueno, pasamos y a continuar viaje.
Con toda la vuelta que habíamos dado perdíamos el barco que salía de Melilla esa noche y no salía  hasta dentro de dos días.
No es problema, conduciremos 400 kilómetros más, y llegaremos a Ceuta, pues al día siguiente salía un barco hacia Algeciras.
Nos turnaríamos conduciendo toda la noche y cruzaríamos las montañas del Rif zona de tráfico de hachís y zona no muy agradable, por el número de contrabandistas que existen por allí.

Sobre las dos de la mañana conducía yo el coche y comenzó a hacer un ruido muy extraño y de repente se paró. Según el dueño del Land Rover, que entendía de mecánica, se habían fundido bielas y cigüeñal. “¡Coño, la cagamos!”
Como nos encontrábamos en un collado con una fuerte bajada, nos dejamos deslizar con la inercia del coche y vimos una casa con un porche, pues “cojonudo”, paramos allí a dormir.
Al día siguiente dos componentes se fueron a buscar un mecánico. Volvieron con una grúa y nos remolcaron hasta un pequeño pueblecito y nos llevaron al taller. Según ellos eran los cojinetes de las bielas que estaban mal, pero…, ellos no tenían piezas, deberíamos ir nosotros a Melilla, comprarlas y llevárselas a ellos. ¿Cómo? Bueno, por allí pasaba un autobús. Se fueron Jose y Gabriel a comprar la pieza y Manolo y yo nos quedamos todo el día, vigilando el coche.
Llegó la noche y nuestros compañeros no regresaban. El jefe del pueblecito nos ofreció una sala para poder dormir en el  suelo. Manolo y yo nos preparamos y a dormir. A las doce de la noche llegaron nuestros compañeros con una grúa, no pudieron encontrar la pieza y lo mejor era remolcar el coche hasta Melilla. ¡Pues vale! Recogimos los sacos de dormir y cargamos todo al coche, pero al despedirnos del mecánico que nos había acogido, nos advirtió que los dueños de la grúa, cuatro individuos, no eran de fiar, pues eran ladrones y salteadores de caminos, que fuéramos con mucho cuidado, pues al enganchar el coche nuestro con el suyo, había visto una escopeta dentro de su coche ¿?
¡En fin, paciencia y alerta todo el viaje!
Encima estaban medio borrachos, la especialidad de estos tíos era llevarlo a un taller suyo y guardarlo hasta el día siguiente, mientras tú dormía, ellos desguazaban el coche para venderlo a piezas, y al día siguiente no quedaba coche ¡Ale hop!
Bueno paciencia y al “quite”. Desde la 1.30 a las 7.30 de la mañana estuvimos alerta con ellos toda la noche y en ningún momento perdimos el control de la situación. A la llegada a Melilla a tan sólo 500 metros de la frontera, estuvimos casi dos horas discutiendo con ellos, pues se nos ofrecían para repararlo y nosotros queríamos cruzar la frontera. Según ellos no podían cruzar la frontera, debíamos de llamar a otra grúa de Melilla (¡merda!).
Última oferta, si no nos acercaban a la frontera: No les pagaríamos las 25.000 pesetas que habíamos acordado.
Jurando en arameo y con muchos nervios, nos acercaron a la frontera, les pagamos 21.000 pesetas que teníamos y “que se la picase un pollo”.
Empujamos nosotros el coche hasta la frontera y allí teníamos un taller. Primer tema resuelto: coche en taller.
Segundo problema: Manolo y Jose se quedarían en el taller hasta que el coche estuviera reparado, les dijeron dos días, pero Gabriel y yo nos teníamos que ir como pudiéramos a casa.
Tratamos de ver si teníamos avión a Valencia o Barcelona ¡No hay ninguno! Sólo uno a Almería que salía dentro de dos horas. Valía 1.400 pesetas cada uno ¡Cojonudo! Lo cogimos y yo me quedé dormido como una marmota en el avión, tras toda la noche en vela vigilando a los “ladrones borrachos”.
Llegada a Almería, cruce de aduanas, tan sólo llevábamos una pequeña bolsa bandolera con las máquinas de fotos, carretes, etc, la ropa no muy presentable y un turbante en la cabeza. En aquella época yo tenía una muy poblada barba, y reconozco que el aspecto no era muy presentable, por ello se fijó en nosotros un guarda de la aduana y nos metió en un cuarto para registrarnos “todo”. Tras registrar nuestras pequeñas bolsas y quitarnos toda la ropa y no encontrar nada, sólo le quedaba el turbante que yo llevaba. Me sonrío y le dije, no hay problema. Me quité el turbante y el lo revisó todo (Cuarto Aviso )
Lógicamente buscaba droga. En fin, yo entonces no había probado ni un cigarro en mi vida y hasta hoy sigo igual. De allí, autobús hasta Murcia, de allí a Valencia y de allí a Castellón. ¡¡Al fin en casa!! Llegué sólo con dos días de retraso.
¡¡PERO EL DESIERTO NO TIENE HORA!!
Este fue nuestro primer viaje al Sahara, nos enganchó de tal manera que desde entonces hemos regresado diez veces, y las que nos quedan.

COMO SE "FABRICA" UN PASAPORTE

En  1989, nos fuimos 30 días a Bolivia, con la intención de hacer los picos más altos del país. Luego de una larga espera en Barajas, despegó el avión con primera escala en Río de Janeiro, escala técnica de cinco horas: “control de pasaportes” y espera del siguiente avión.

Entonces nos damos cuenta que Paco había perdido el pasaporte en Barajas. “Problema gordo”; la policía lo retiene en una sala y lo mandarán a España en el primer avión que salga dentro de cinco horas. Debemos actuar rápidamente. Se me ocurre salir del aeropuerto corriendo, cojo un taxi y le digo al taxista:

-“Rápido a la Embajada Española” ¿?

¿Está usted seguro?

¡Pues claro, y rápido!

El taxista me dice. Le advierto que se encuentra a 3.400 kilómetros ¿?

¡¡ QUIETO PARAO. NEGOCIEMOS! La embajada está en Brasilia, pero según él, hay un consulado en Río de Janeiro.

“Pues a ello y rápido”

En el consulado, medio en valenciano-brasileño y mímica, explicamos el caso y ellos dicen que si no está presente Paco no hacen el pasaporte provisional, además no tenemos fotos. La solución que se me ocurre, a ellos les parece una locura, es que cojan un pasaporte en blanco, una grapadora, un tampón para el cuño y que se venga conmigo un funcionario en el taxi. “No terminan de verlo claro”, pero me hacen caso y nos vamos hacia el aeropuerto.

 El siguiente problema será entrar en “Llegadas” que es donde está Paco. Se me ocurre entrar por la cinta de los equipajes y con ello llego a donde está Paco, y le digo que pida permiso a los guardias para ir al servicio… OK. Salimos los dos juntos a buscar al funcionario del consulado y a buscar un fotomatón por todo el aeropuerto. Tras correr y buscar mucho, lo encontramos. Paco sentado, cinco fotos ¡ya lo tenemos! Le pido al funcionario la grapadora y las fijo al “pasaporte”, rellenamos los datos y con el cuño le damos el toque final, OK.

Le damos las gracias al funcionario y lo despedimos. Paco presenta el pasaporte a las autoridades del aeropuerto y sin problemas TODO RESUELTO, en tan sólo dos horas. ¡¡Quedaban tres para que lo mandasen a España!!

PRIMERAS NECESIADADES BÁSICAS BAJO CERO

En el año 1970, fuimos a una acampada invernal en Gredos. Éramos 60 montañeros de toda España.

El tiempo era tan malo, que no pudimos casi hacer nada. Hacía un frío de 20º bajo cero. Nevaba continuamente y había muchísima niebla. A pesar del tiempo nosotros escalamos el Pico Almanzor, que era el más alto. Como no pudimos ni montar las tiendas, nos refugiamos en una cuadra de caballos que había allí. Al ser 60 personas, aquello parecía un "piojar", y acostados todos en el suelo casi no cabíamos. Las mochilas las teníamos dentro de los pesebres. En fin, nos apañábamos como podíamos. Menos mal que no estaban los caballos.

Durante cinco días guisábamos, comíamos y dormíamos allí dentro. El problema era que no teníamos aseos y salíamos al campo para hacer nuestras necesidades. Como todo estaba nevado y hacía mucho frío, salíamos y rápidamente "evacuábamos" y para dentro.

Durante el día no era problema, se veía por donde se podía pasar sin pillar ningún "cagarro", pues estaban a unos cincuenta metros de nuestro alojamiento. Pero por la noche la gente salía y como hacía muchísimo frío, cerca de la puerta meaban y rápidamente para dentro.

Cuando llevábamos ya varios días y evacuando 60 personas, aquello daba pena, todo lleno de manchas amarillas.

El agua la fabricábamos fundiendo nieve en cazos, y durante muchas horas no parábamos de fundir nieve para poder beber y hacernos una sopa y que nos pudiera calentar el cuerpo. Continuamente salíamos con un cazo y cogíamos un montón de nieve y a seguir fundiendo.

Como era de noche y seguía haciendo muchísimo frío, este paso lo hacíamos rápido; se abre la puerta, sales corriendo, se pega con el cazo en la nieve, lo llenas y corriendo adentro, se pone sobre el hornillo y a fundir con paciencia. Esto durante varias veces para hacer un litro de agua.

Algunas veces nos dábamos cuenta, cuando ya estaba en el fuego, que la nieve era de color "amarilla", ¡Coño, un "meao"! A tirarla toda y volver a comenzar.

Dormíamos con tres sacos de dormir muy malos, y pasábamos un frío polar, pero la experiencia nos hizo un poco más duros y eran nuestros comienzos en montaña. Valió la pena.

SOPA AL CHARCO CON SALAZÓN

Recuerdo otro meado memorable.

Era el año 1.989, estábamos en Bolivia. Habíamos subido ya al Huayna Potosí de 6.180 metros y nos quedaba por subir el Illimani de 6.480 metros. Éramos dos grupos de amigos, unos subirían al pico y los otros nos acompañaban hasta el campo base, y allí se quedarían tres o cuatro días hasta que bajásemos del pico.

Habíamos contratado un vehículo grande, pues éramos 14 personas. El vehículo que encontramos, era un autobús grande, evidentemente no era el más adecuado porque la pista para llegar cerca del campamento base era de tierra, sólo apta para todoterrenos, ¡Pero eso no lo sabíamos!

Tras horas de caminos pésimos, llegamos a los caminos malos y luego a los peores. La pista era muy estrecha y con grandes precipicios, pero en algunos tramos se nos complicó un poco más, pues era hielo y el autobús resbalaba y no podíamos avanzar.

Bajábamos con nuestros piolets y a picar el hielo para que pudiera pasar el autobús. En algunas curvas debido a lo estrecho de ellas, casi no pasaba el autobús, y en otros tramos el camino se había hundido, pasando en algunos casos alguna rueda casi en el vacío. Bueno tras mucho sufrimiento durante un día muy largo, se hizo de noche y no llegamos al destino. Como estábamos muy cerca decidimos parar y acampar allí, pues había un charco en el suelo y una pequeña praderita. Estábamos a casi 4.000 metros y con muchísimo frío. Nos repartimos el trabajo, unos montarían las tiendas, otros prepararían una buena sopa calentita para todos. En menos de una hora teníamos las tiendas montadas con los sacos dentro y la sopa ya hecha.

Repartimos sopa a todos, pero Juan y Mª Dolores no quisieron ¿? Por más que insistí y les dije que así entrarían en calor, además era de verduras y estaba buena. Bueno ellos se lo perdían, nos la tomaríamos nosotros y luego a dormir, pues al día siguiente deberíamos de madrugar, pues llegaban nuestros porteadores y subiríamos hacia el Illimani.

Al día siguiente Juan me explicó que al llegar al sitio de acampada lo primero que hizo fue mear en el charco de agua, que era del que nos habíamos preparado todos, la sopa. Como nos vio a todos tan ilusionados con la sopa y cena, no nos dijo nada; Ojos que no ven, corazón que no siente.

MOCOS Y PEDOS DE ELEFANTE

Muy simpáticos son los elefantes, y en algunas partes del mundo se utilizan como vehículo de transporte. Hay que aceptarlos con sus ventajas e inconvenientes.

En el año 1995 salimos de TrecK hacia el Nepal y caminamos 14 días, hasta la base del Anapurna, luego descendimos en rafting el río Trisuli durante tres días y para descansar nos fuimos dos días a la Selva del Teray. Allí subimos a un elefante, y a través de la selva fuimos a ver rinocerontes. Que magnífico e impactante. Sobre la cabeza del elefante montaba un guía y sobre una caja de madera subíamos tres de nosotros, dos mirando hacia delante y uno hacia atrás.

Delante Vicen y yo, y detrás mi cuñado Javier.

Nos tocó el elefante “pedorro”, no paró en toda la mañana de tirarse unos horribles pedos que asfixiaban a Javier. Nosotros no paramos de reírnos, pero también percibíamos el horroroso olor.

Recuerdo otro elefante en la India del Norte en el año 1992. Juan, Mª Dolores, Vicen y yo, subíamos hacia el Fuerte Amber en Jaipur, a lomos de un elefante. Esta vez cabíamos cuatro personas, dos a la derecha y dos a la izquierda.

Nos tocó el elefante “constipado”, pues no paraba de estornudar y poner la trompa hacia los lados. Como estaba resfriado cada vez que estornudaba nos daba un baño de mocos, con la consiguiente molestia para nosotros, ¡Pobres turistas, “a patir” ¡

Seguimos subiendo en elefantes en Tailandia, pero allí están más domesticados, pues juegan incluso un partido de fútbol entre varios elefantes ¡Impresionante!

TARTA DE DOS PISOS EN GALAPÁGOS

En el año 1996, hicimos una expedición al Perú para subir al Huascaran de 6.768 metros. La expedición tenía dos fases. En la primera estaríamos visitando Perú y subiendo montañas durante un total de 22 días, y en la segunda fase acudiríamos a Ecuador para allí reunirnos con Juan y Asun, más nuestros dos hijos y de allí partiríamos hacia las Islas Galápagos, para recorrerlas durante doce días.

Tras subir las cimas de Perú llegamos agotados a Ecuador, pero allí nos recuperamos enseguida, pues nos encontramos con nuestros hijos y nuestros vecinos que me habían llevado hasta allí galletas de coco, champagne e incluso las copas. Celebramos nuestras conquistas y nuestro encuentro. Juan es muy goloso. Tras un pequeño paseo por Quito, cogimos el avión y nos trasladamos a las Islas Galápagos y con una pequeñísima embarcación de pesca, acondicionada para llevar gente, recorrimos varias Islas de Galápagos. Las comodidades eran mínimas y los servicios básicos. Toda la  tripulación eran el capitán, cocinero y guía.

Fueron días maravillosos y geniales, el paisaje volcánico espectacular, los encuentros con los animales geniales.

Vivíamos en el pequeño barquito, nosotros que éramos ocho personas y ellos tres, total once y el espacio de todo el barco no pasaba de los doce metros cuadrados. Tocábamos a un metro cuadrado cada uno. El  metro cuadrado sobrante para el aseo.

Todos los días bajábamos varias veces a tierra para recorrer las islas y estar en contacto con los animales. El último día como despedida, la tripulación “completa”, nos hizo una fiesta con música y nos hicieron una impresionante tarta ¡Increíble! Luego de comer nos pusieron un trozo a cada uno, que lo devoramos rápidamente. Nos ofrecen otro trozo y todos decimos que de acuerdo, pero Juan no quiere ¿Cómo es posible? Si Juan es el más goloso. Pasa el tiempo y nos comemos el segundo trozo, nos hemos quedado llenos y entonces Juan quiere que le pongan un trozo del primer piso, no lo entendemos, y él señala de la parte de abajo que es color plateada.

Comienza a reírse el cocinero y dice que el primer piso es la cazuela horno forrada con papel de plata, y sobre ella montaron la tarta, que ya nos habíamos comido.

El más goloso se quedó con hambre de tarta.

NUESTRA MAGIA EN EL MUNDO

En  2002, estábamos recorriendo en vehículos 4x4 durante doce días, el Desierto Líbico, con unos conductores que estaban medio locos. Ellos sólo hablaban árabe y nosotros en valenciano, pero nos entendíamos con la mímica estupendamente. Luego de compartir muchas noches de grandes fogatas de campamento con ellos, el último día les hice varios juegos de manos, y en uno de ellos se quedaron “flipados”. Les pedí que me dieran monedas que yo iba haciendo desaparecer frente a sus atentas miradas.

Llegaron a tal punto de convencimiento, que creyeron que yo era brujo. ¡Este es el momento!

Me subí los pantalones hasta la rodilla, me subí las mangas y me puse agachado sobre una silla y le dije enérgicamente al jefe de ellos, señalándolo con el dedo: ¡Te voy a convertir en una gallina! Lógicamente el no entendía nada, pero vio mis ojos y mi postura y salió corriendo completamente asustado. Nosotros nos moríamos de la risa, pero él no regresó hasta que lo consideró prudente.

Volví a repetir este truco en muchos viajes. En noviembre de 2006, estábamos en el Parque Nacional de Etoscha en Namibia. Era nuestro último día. Nos alojamos en un Lohge que cuenta con una reserva de animales propia. Coincidimos con un grupo de  turistas.

Ya habíamos cenado y a Antonio,  nuestro conductor y guía de Namibia, que sí entendía el castellano, le hice el truco de las monedas. Le pedí a él que me diese sus monedas. Cuando ya llevaban varias desparecidas y estaba alucinado, llamó al cocinero del hotel. Le explicó que un turista hacía desaparecer monedas. Salió de la cocina todo decidido a verlo. Le pedí a él monedas y se las hice desaparecer ¿? No entendía cómo podía ser. Como ya llevábamos mucho rato todos nosotros riéndonos con grandes carcajadas, se acercaron un grupo de turistas alemanes, que estaban también allí alojados, a presenciar con mil ojos el truco. Pidieron que lo repitiese. Me dieron monedas, todas desaparecieron. Se quedaron alucinados y nosotros de ver sus caras de pasmados, no podíamos contener nuestras lágrimas de tanto reírnos de ellos.

A Vicen, mi mujer y compañera incansable de viajes, y a mis hijos Alberto y César.

Mi agradecimiento a Ernesto Nabas y a Rigoberto Cardells por sus consejos, ayudas y correcciones

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